lunes, 29 de abril de 2013

NUEVO ORDEN UNIVERSAL







El lunes 29 de abril llegó Jaime a Fossano. En la estación estábamos ansiosos por recibirle. Los muchachos querían dejar sus tareas para acompañarme al apeadero, pero estimé oportuno que sólo saliesen del centro GUSTAVO, pues nuestro informático libra las jornadas vespertinas, y YULIANA y ELENA, las administrativas, que tienen tan encandilados a sus jefes, que las consienten ciertas licencias horarias.



Llegó antes de tiempo y, a pesar de que el andén rebosaba de gentío y maletas, fue fácil verle salir del tren entre la pléyade de cabezas. Con Jaime en Boschetti y a dos días de la despedida de nuestras amigables vecinas se presagiaba el cambio.

Los últimos días (y lamento que el orden cronológico de este blog no sea el real) han sido correosos. Las que se iban querían hacerlo con ruido y los que nos quedábamos deseábamos más tranquilidad y espacio. Espacio, más que ninguna cosa.

Los muchachos y muchachas de Fuenlabrada pusieron fin a su estancia quincenal el martes día 30 a primera hora de la mañana. No hace falta describir aquí el estado de la casa. Los baños sí que los habíamos limpiado a fondo, pero la cocina era otra cosa, después de tantas semanas de tránsito y suciedad, la organización que Jaime trajo consigo nos permitió adecentar el caos. También reacondicionamos el salón, que con la gran mesa en el centro, comía mucho espacio (en realidad, la idea fue una genialidad de ISMAEL, que decidió por ciencia infusa pegarla a la pared). Las habitaciones se han vuelto a repartir: en la pequeña de siete camas duermen ahora cuatro y otros cuatro en la grande, que ahora se usará igualmente como tendedero.

Parece que todo será más tranquilo desde ahora: los baños son nuestros, las zonas comunes se respetan y el sueño es más reconciliador. Por cierto, los zapatos se quederán fuera por decisiones técnicas.

2 comentarios:

  1. Cómo me alegra ver que todo va mejor.

    Estoy seguro que cada día que pase será mejor que el anterior.

    Os echo mucho de menos.

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  2. No hay nada como un hombre de su casa que ponga un poco de orden

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